Más de 1.900 metros cuadrados de pinturas al fresco elaboradas en el siglo XVII
Valencia disfruta de su propia “Capilla Sixtina” gracias la recuperación de los frescos de la bóveda, casi 2.000 metros cuadrados de pinturas que, tras tres años de trabajo y el empleo de las técnicas más avanzadas, han conseguido devolverle todo su esplendor. Más de 41.000 horas de trabajo de un centenar de profesionales; 6.000 hojas de papel japonés para la fijación de las pinturas, 10.000 litros de agua destilada; 500 pinceles o 100 kilos de algodón son algunas de las cifras que revelan la magnitud de esta restauración, financiada por la Fundación Hortensia Herrero y capitaneada por la catedrática e investigadora del Instituto de Restauración de la Universitat Politècnica de València (UPV) Pilar Roig y el arquitecto Carlos Campos.
Hay que tener en cuenta que en la Capilla Sixtina se actuó sobre 800 metros cuadrados y en el caso de San Nicolás la superficie pictórica alcanza los 1.904 m2. De hecho, el restaurador de la magna obra de Miguel Ángel, Gianluigi Colalucci, que ha colaborado en el proyecto valenciano, ha alabado la belleza e importancia de este conjunto pictórico y fue el artífice del apelativo de “la Capilla Sixtina valenciana” aplicado a San Nicolás.
El origen de San Nicolás se remonta a una iglesia gótica levantada en el siglo XIII y que formaba parte de las denominadas primeras doce parroquias cristianas de la ciudad de Valencia. El primitivo edificio fue reformado a iniciativa de la familia Borja en estilo gótico entre 1419 y 1455. La iglesia constituye un claro ejemplo de transformación, pues conserva visualmente a estructura gótica pero está totalmente revestida con una profusa decoración gótica añadida en el siglo XVII.
De la ornamentación destacan las pinturas murales elaboradas por Dionisio Vidal, siguiendo el plan de su maestro Antonio Palomino, autor también de los frescos de la cúpula principal de la Basílica de la Virgen de los Desamparados. El impresionante mural que envuelve al visitante no solo destaca por su belleza, sino también por su carácter narrativo, ya que la nave está dividida conceptualmente en dos: una de las partes cuenta la vida de San Nicolás y la otra la de San Pedro Mártir, los dos santos a quienes está dedicada la iglesia.